La Rambleta


Tal y como dije el sábado en la Gala del Circuito Café Teatro, yo nací en San Marcelino y es un orgullo.

Recuerdo aquel San Marcelino de los años 80 y 90, aquel San Marcelino en el que en lugar de un Bulevar había un campo de fútbol, donde se jugaban partidos que yo veía desde el balcón del comedor de mi casa. Aquel San Marcelino de jugar al balón con mis amigos Javier, Juanjo y Manolo en los parques gemelos, usando las vallas de los negocios cerrados como porterías. Aquel San Marcelino donde La Rambleta era un río de barro, que obligó a mi madre a comprarse unas botas de agua para poder llevarme a la guardería.


Hoy, por suerte, San Marcelino es un barrio que ha progresado mucho, y que por fin ha conseguido el Centro Cultural por el que la asociación de vecinos peleaba desde que yo tengo uso de razón. Y en ese centro cultural actuó un servidor el sábado, frente a mis padres y a otras seiscientas personas más, acompañado por genios de la comedia valenciana, que son los que me han enseñado todo lo que sé sobre hacer reir.Y fue una sensación espectacular.

PD : Los domingos en aquel comedor veía el CQC, y me alucinaba la seriedad de un señor que presentaba el "curso de ética periodística". También él estuvo en la Rableta el sábado :


Garrincha, el fútbol y Eduardo Galeano

 
"Alguno de sus muchos hermanos lo bautizó Garrincha, que es el nombre de un pajarito inútil y feo. Cuando empezó a jugar al futbol, los médicos le hicieron la cruz, diagnosticaron que nunca llegará a ser un deportista este anormal, este pobre resto del hambre y de la poliomelitis, burro y cojo, con un cerebro infantil, una columna vertebral hecha una S y las dos piernas torcidas para el mismo lado.Nunca hubo un puntero derecho como él. En el Mundial del 58 fue el mejor de su puesto. En el Mundial del 62, el mejor jugador del campeonato. Pero a lo largo de sus años en las canchas, Garrincha fue mas: él fue el hombre que dio mas alegrias en toda la historia del fútbol. 

Cuando él estaba allí, el campo de juego era un picadero de circo, la pelota un bicho amaestrado, el partido, una invitación a la fiesta. Garrincha no se dejaba sacar la pelota, niño defendiendo su mascota, y la pelota y él cometían diabluras que mataban de risa a la gente; él saltaba sobre ella, ella brincaba sobre él, ella se escondía, él se escapaba, ella lo corría. Garrincha ejercía sus picardías de malandra a la orilla de la cancha, sobre el borde derecho, lejos del centro; criado en los suburbios, en los suburbios jugaba. Jugaba para un club llamado Botafogo, que significa prendefuego, y ése era él; el botafogo que encendía los estadios, loco por el aguardiente y por todo lo ardiente, el que huía de las concentraciones, escapándose por la ventana, porque desde los lejanos andurriales lo llamaba alguna pelota que pedía ser jugada, alguna música que exigía ser bailada, alguna mujer que quería ser besada.

¿Un ganador? Un perdedor con buena suerte. Y la buena suerte no dura. Bien dicen en Brasil que si la mierda tuviera valor, los pobres nacerían sin culo.

Garrincha murió de su muerte: pobre, borracho y solo." 

Rescato este capítulo en el que Eduardo Galeano habla sobre Garrincha en su libro "El fútbol a sol y sombra", una obra genial en la que el escritor Uruguayo da al deporte rey una perspectiva cultural muy interesante en estos días de Eurocopa.